lunes, 6 de abril de 2015

Espinas clavadas.

La sensación de que pudiste hacer algo y no lo hiciste. De que podrías hacerlo pero hay algo que te lo impide. Por lo que sea. No lo hiciste. No lo haces. Y se te queda la espina clavada.

Y la espina deja una herida en forma de remordimiento. No es una herida que duela mucho. Pero si algo tiene es que no sana. Siempre se infecta con algo que le impide curarse (Ay, consciencia...). Y cuando estamos sin ninguna otra afección, vuelve ese pequeña punzada a lastimarte. Y lo peor es que tiene arreglo: Quítate la maldita espina y punto.

Pero no puedes. Llega un momento en el que la espina, y su infección, forman parte de ti. Y te conviertes en alguien infecto. En alguien con miedo.

Con miedo a la libertad.